Hace unos días salió a antena la nueva edición de "El Club de la Buena Gente", el programa con el que colaboro desde hace un par de meses. En esta ocasión, hablamos de las alergias primaverales.
La primavera, aunque algunos días parezca que ya ha llegado,
por este invierno tan templado que estamos teniendo, aún no lo ha hecho. Está a
la vuelta de la esquina, eso sí, con sus temperaturas marcadamente más
elevadas, sus lluvias intempestivas, sus adolescentes con el pavo subido, y sus
poetas inspirados.
Y sus alergias. Son muchas las personas que sufren alergias
en primavera exclusivamente, debido a la sensibilidad que tienen a pólenes de
plantas que están en el aire en esta estación, y que les llegan a través de la
respiración; sus organismos las identifican como sustancias extrañas y
agresivas a través de su sistema inmunitario, y reacciona contra ellas: en
forma de lagrimeo, de picor, de congestión nasal y de garganta, de afonía o, en
los peores casos, en forma de crisis asmática.
Hay otras clases de alergias no estacionales, es decir, que
ocurren durante todo el año, respiratorias o no: las alergias a los ácaros del
polvo, a la humedad, a alimentos, a metales o a medicamentos. Ocurren por el
mismo mecanismo, pero no sólo en primavera.
Todas ellas son, finalmente, una clase de reacción
inflamatoria de las mucosas del aparato respiratorio, mediada por el mecanismo
alérgico, que dan los diferentes síntomas según el órgano al que resulten
afectar: conjuntivitis, rinitis, faringitis, otitis media serosa, laringitis o
asma. Todas ellas son desagradables, pero por suerte, no suelen ser graves,
salvo las crisis asmáticas, que son las que tienen más riesgo de complicarse y
necesitar tratamiento urgente, incluso hospitalario a veces.
Estas alergias se diagnostican “por etapas”, por decirlo de
alguna forma: primero, se sospechan por la forma en que se presentan los
síntomas. A veces parecen un catarro, pero suelen durar más, y no se acompañan
de tanto malestar. Suele ser la duración lo que hace acudir al médico, ya
extrañados de que “este catarro no se me termina de pasar”. La simple sospecha
por los síntomas es suficiente para iniciar tratamiento, si el médico lo
considera, para aliviar los síntomas.
A veces es preciso, en caso de dudas, confirmar o descartar
el mecanismo alérgico por medio de un análisis de sangre, que se hace en tu
centro de salud. No son necesarias radiografías ni ninguna otra prueba agresiva
para diagnosticar la alergia.
En caso de asma, es probable que tu médico quiera que te
hagas una espirometría, también en tu centro de salud, para valorar la función
respiratoria. Es una prueba en la que tienes que soplar por un tubo conectado a
una maquinita que hace las valoraciones pertinentes.
Nada más. Ninguna otra prueba es necesaria, ni hace falta
saber a qué polen se es alérgico concretamente, salvo que se esté planeando
iniciar un tratamiento de vacunas para desensibilización. Estas pruebas ya
resultan más agresivas, no todas son inofensivas, y han de hacerse en el
hospital.
Esta vacunación y su estudio previo tienen sentido si, para
empezar, los síntomas son suficientemente importantes, ya que es un tratamiento
caro y prolongado (de 3 a 5 años), y en ocasiones inyectado, para más inri; y
no tiene sentido hacerlo si los síntomas que se presentan son leves y se
controlan bien con el tratamiento farmacológico.
Vaya, que sería matar moscas a cañonazos.
Lo más habitual, por tanto, es necesitar durante algunas
semanas, algún tratamiento que ayude a controlar los síntomas:
Tratamientos locales, es decir, aplicados sobre el órgano
que presentan los síntomas: colirios, inhaladores nasales, inhaladores
bronquiales en sus diferentes formatos.
Tratamientos orales, en forma de comprimidos (jarabes en el
caso de niños pequeños) que reducen la reactividad alérgica: antihistamínicos,
a veces son necesarios los glucocorticoides en caso de crisis importante, y
cuando hay asma, otros medicamentos como el montelukast.
Otros tratamientos caseros, a base de hierbas o alimentos; o
con sustancias poco claras como tratamientos homeopáticos, medicina tradicional
china, etc.; o sin sustancias, como el reiki y la reprogramación, en la
actualidad carecen de estudios científicos suficientes que avalen su eficacia ni
su seguridad, por lo que desde aquí no los recomendamos como sustitutos de los
tratamientos médicos occidentales, conocidos y avalados por el método
científico, que se han nombrado anteriormente.
Os dejo el enlace, espero que os guste. Os recuerdo que podeis llamar al programa para hacer vuestros comentarios y sugerencias!