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miércoles, 30 de abril de 2014

Sexualidad y anticonceptivos (I)

Esta entrada y las relacionadas que le van a seguir van orientadas a responder preguntas frecuentes de los jóvenes sobre anticonceptivos. A ellos sobre todo va dedicada, aunque es más que probable que ayude a responder preguntas que también tienen los adultos.
Vaya el título de esta entrada para introducir el primer concepto importante al respecto de lo que vamos a tratar los próximos días: que sexualidad no es lo mismo que reproducción.
La sexualidad es una fuente de comunicación y placer (aunque hay otras también), y es una forma de expresar afectividad (aunque hay otras también). Y es una actividad reproductiva cuando se decide libre y responsablemente.
Planificar la natalidad es decidir cuántos, y cuándo se tienen los hijos. Este servicio se presta en los Centros de salud y Consultorios.
La anticoncepción, por tanto, impide que el coito dé lugar a un embarazo cuando no se desee. Recordemos que una mujer que practique sexo de forma regular sin protección anticonceptiva, tiene un 80% de probabilidades de quedar embarazada.
No hay una edad concreta para empezar a usar métodos anticonceptivos. Hay que comenzar desde la primera relación sexual; pero la edad ciertamente es un condicionante a la hora de elegir el método más adecuado.
En las menores edades, es bueno recordar que sexualidad tampoco es lo mismo que genitalidad, y que existe una cosa que se llama petting, que es el intercambio de caricias y de placer sin penetración. Con lo que, siendo cuidadoso con algunas cosillas que comentaremos, no hay posibilidad de embarazo.
No existe el método anticonceptivo perfecto, todos tienen ventajas e inconvenientes. Lo que se busca es que sea el más adecuado a las circunstancias de cada persona o pareja.
Los métodos anticonceptivos más habituales son la píldora anticonceptiva, el DIU, el preservativo y el diafragma con espermicida. En la siguiente entrada hablaremos de ellos más ampliamente; y el la siguiente comentaremos sobre otros métodos de eficacia más limitada y “métodos que no son métodos”.
Espero que os resulten útiles, para no perder las siguientes entradas, os sugiero seguirme en Facebook o Google+, o suscribiros por correo electrónico. ¡Hasta pronto!

sábado, 26 de abril de 2014

Los justificantes médicos para la escuela

Ya ha pasado Semana Santa, y lo que queda de curso escolar va a volar. Con lo que de nuevo, y a pesar de mi resistencia legendaria, me he vuelto a pasar otro curso haciendo justificantes de asistencia para colegios e institutos.
¿Por qué me resisto? Los padres de los estudiantes ya lo saben. Este mensaje es para maestros, jefes de estudios, directores de colegios y mandos de la Consejería de Educación. A los papás sólo les va a suponer un recordatorio.
Porque esos niños no son míos. Son responsabilidad de sus padres.
Me resisto porque la ausencia a clase no es un problema sanitario, ni médico. El control de la asistencia corresponde a profesores y padres. Si los padres o tutores legales saben que el estudiante no está en el centro, y así lo expresa por escrito en el centro, es todo lo que en centro tiene que saber, en mi opinión. Han decidido que el chico o chica no está en condiciones de ir a clase, o la ausencia es por otro motivo no médico, y responden por él. No está haciendo pellas. Están bajo la supervisión de sus padres o tutores. Y aun si no es así, sigue sin ser responsabilidad del médico.
La exigencia por parte del centro de un justificante de asistencia a consulta médica es, de nuevo en mi opinión, considerar que los padres o tutores no son lo bastante responsables de la escolarización de sus hijos, o mienten, y por eso su palabra no es suficiente: es preciso que un médico corrobore la enfermedad del escolar.
Lo que lleva a que los chicos tengan que ir al médico, habitualmente sin cita (porque no hay cita para el mismo día), por patología banal y desde luego no urgente, para poder presentar un justificante de asistencia a consulta médica por dismenorrea, por fiebre controlada, por vómitos durante la noche, dolor de muelas o lo que quiera que sea que le pasa. Por motivos que requieren estar en casa y un poco de paracetamol y dieta, simplemente.
Con lo que multiplican, de forma innecesaria, la presión asistencial que habitualmente sufrimos en las consultas. Y los padres, abochornados, porque comprenden que el motivo no justifica acudir sin cita, “pero es que necesito el justificante”.
El colmo del absurdo es cuando los padres son llamados desde el centro para que vayan a recoger al alumno porque está enfermo. Son recogidos, y de nuevo, exigen el justificante médico. Pero a ver, por lo que más queráis, sois vosotros los educadores los que decís que está enfermo y los sacáis de clase por tos, por fiebre baja, por dolor abdominal, por lo que sea que os parece que no está en condiciones de estar en clase, pero eso no significa que tenga que venir a la consulta de forma urgente. Vuestra decisión de sacarlo de clase en este caso justifica la ausencia mejor que ninguna otra cosa.
En ningún caso ha sido el médico el que ha decidido que el estudiante se ausente. Por favor, asuman cada cual sus responsabilidades. Y por último, que parece mentira tener que decirlo, recuerden que aunque sean menores, tienen derecho a la intimidad y yo obligación de secreto profesional. No pidan diagnósticos. Sólo falta que yo también tenga que justificarme de justificar.

miércoles, 23 de abril de 2014

Me duele el cuello, ponme un collarín

Parece ser que eso es lo que esperan de mí muchos de los pacientes que acuden a la consulta con dolor de cuello.
Y eso que no me lo dicen. Supongo que, como hace ya algunos años que nos conocemos, saben que decirme lo que tengo que hacer no es una buena decisión.
Pero… a veces salgo a la calle. A hacer un aviso, por una urgencia, o simplemente entrando o saliendo del trabajo. Y los veo por la calle. Y los veo con un collarín blando cervical que no he prescrito yo.
Ay…
Vayamos por partes. El collarín blando no es la panacea. No siempre está indicado, cuando lo es, es como parte de un tratamiento, por eso unas veces lo aconsejamos y otras no. Y cuando lo aconsejamos, como si fuera un fármaco, ha de usarse en unas determinadas condiciones y durante un tiempo limitado.
El collarín blando no tiene otra utilidad que ayudar a reducir el dolor. No tiene capacidad de inmovilizar realmente: es blando, es gomaespuma. El collarín rígido es otra cosa, tiene otros usos, y como es más incómodo, no os veo haciendo abuso de él.
Pero tiene inconvenientes a largo plazo, y es que la musculatura del cuello se atrofia, pierde grosor, fuerza y resistencia cuando el collarín se tiene puesto durante demasiados días.
En el extremo contrario, cuando te pones el collarín se supone que tu cuello necesita reposo, así que si pretendes mantener tu actividad normal con el collarín puesto puedes caer en dos errores:
1.- ponértelo tan amplio, para que te permita hacer las cosas, que el collarín sólo te da calor. Ah, y también consigues que todos tus vecinos te pregunten qué te ha pasado mientras haces la compra.
2.- lo tienes bien puesto, por lo que para hacer tus cosas has de luchar continuamente contra el collarín, que no te permite flexionar el cuello o girar la cabeza como querrías. Con lo que es fácil que el dolor vaya a más.

Por no hablar de los peligros de andar por ahí con el collarín bien puesto: no ves donde pisas, con lo que fácilmente tropezarás o resbalarás, y entonces tendrás dolor de cuello y algún otro golpe, si es que tienes la suerte de no romperte la nariz o los dientes.
Seamos sensatos: si necesitas un collarín cervical, es para reposar la musculatura del área cervical. Haz el favor de cumplir el reposo si quieres ver algún beneficio. Si te encuentras en condiciones de hacer tus actividades normales, no necesitas el collarín. Quítatelo antes de que tengas un accidente.
Y confía en tu médico, si no te ha mandado poner un collarín es porque no lo necesitas. Agradece amablemente pero rechaza el collarín que tu madre, tu amigo o tu vecino te ofrece. Algo más que ellos sabrá tu médico de si tú, hoy, necesitas ponértelo.

miércoles, 16 de abril de 2014

Evitar las caídas a las personas mayores

Cierto es que todos debemos evitar caernos, mayores, medianos y chicos. Si nos caemos, nos podemos hacer daño.
Pero al hilo de lo que recientemente hablábamos sobre la osteoporosis, las consecuencias de una caída en una persona mayor tienen probabilidad de ser más graves. Porque sus huesitos, más frágiles, tienen más facilidad para romperse.
No podemos evitar la edad de la persona, ni la fragilidad que ya tiene. Ni dónde vive. Pero sí hay algunas cosas que se pueden hacer para reducir al mínimo el riesgo de caerse.
Una fundamental, de la que algunas personas parecen no acordarse, es VER BIEN. Porque si ves mal, es más fácil tropezar, o resbalar. Como el resto del cuerpo, el cristalino, que es la lente natural del ojo, también envejece: se pone opaca, eso es la CATARATA. Y como está opaca en vez de transparente, no nos deja ver bien. Si no ves bien, acude a tu médico, para que si tienes cataratas, ponga en marcha todo el mecanismo que lleve a que te operen y recuperes una visión nítida.
Yendo al otro extremo del cuerpo, los pies, hemos de fijarnos en los zapatos. Los zapatos han de quedar bien, ni grandes ni chicos; y acompañar al pie en su movimiento, nada de ir chancleteando. Amarrado con hebillas, cordones o velcros, queda al gusto de la persona, y, ATENTOS, a la capacidad de inclinarse para amarrarlos. Si no puedes inclinarte hacia los pies, o levantar los pies, o por artrosis u otros motivos no tienes habilidad o fuerza en las manos y los dedos, mejor es usar un zapato sin amarres y ponérselo con un CALZADOR. Hay en en mercado calzadores con el mango muy largo para que no tengas que agacharte mucho.


Fundamental es que los zapatos tengan la suela de goma, para que no resbalen, y en el caso de las señoras, que no tengan demasiado tacón para que sea más fácil conservar el equilibrio.
Hablando de equilibrio, hay pocas cosas mejores que el ejercicio físico para mantener un buen equilibrio y coordinación de movimientos, para estar ágiles.

Pero no se queda atrás una alimentación adecuada, y evitar el consumo de alcohol y fármacos que nos reduzcan los reflejos o nos hagan estar somnolientos, como los sedantes nocturnos, los relajantes musculares…

Con todo y con eso, podemos hacer adaptaciones del domicilio para hacerlo más seguro:




El baño y la cocina se conocen como las habitaciones más peligrosas de la casa. No deben faltan alfombrillas o antideslizantes en el plato de ducha, que siempre será mejor que una bañera porque de ellos es más fácil entrar y salir.

Una alfombra resbaladiza no se queda atrás. Han de estar sujetas con las patas de los muebles, o con adherentes que se fijan al suelo y evita que se deslicen al pisarlas.
El suelo ha de estar bien seco todo el tiempo posible. Claro que hay que limpiar, pero no hay que inundar la casa para pasar la fregona. Hay dispositivos para escurrirla mejor con poco esfuerzo, y si friegas con agua caliente, se seca antes.
También hay en el mercado antideslizantes para los escalones. Es inevitable si vives en una casa de dos o más plantas, pero hay que buscarse truquillos para la vida diaria, de forma que se suban y bajen las escaleras el menor número de veces posible. Quien evita la ocasión, evita el peligro.
Aunque suponga meterse en obras, si se puede, siempre aconsejaré cambiar la bañera por un plato de ducha, con mampara mejor que con cortina, y aprovechar para fijar asideros en la pared. Y cuidar que el suelo esté bien nivelado, sin losetas rotas, sueltas, salientes, ni irregularidades en la unión entre diferentes tipos de suelo. Siempre que fuera posible, eliminar los escalones en el paso de una habitación a otra, y cuidar de que toda la casa tenga una iluminación suficiente.
Y si las necesitamos…dejémonos de coqueterías temerarias, y no renunciemos a apoyarnos en un bastón, en una muleta o en un andador. Siempre es mejor andar con ellos que no andar.
  
Y por supuesto, aunque parezca que no hay que decirlo, ser prudentes. Aceptar que hay algunas cosas que uno no puede hacer con seguridad, como montarse en columpios, ir en bicicleta, cargar pesos, bajar las escaleras corriendo, ponerse tacones… según las posibilidades reales de cada uno.
Y, para más prudente, estar acompañado el máximo tiempo posible, de forma que, si finalmente ocurre la caída a pesar de todas las precauciones, porque es que los accidentes ocurren, al menos tengamos ayuda cercana.

Y como hoy es Miércoles Santo, a estas alturas algunas de las calles de cuidades y pueblos están cubiertas de cera de los cirios de los penitentes. LA CERA RESBALA. Todos, mayores, jóvenes, niños, estamos en riesgo de caída. Doble precaución por tanto en la calle estos días.
Y con esto me despido hasta la semana que viene, el sábado no hay entrada: minivacaciones blogueras de Semana Santa.

sábado, 12 de abril de 2014

Que no medicalicen tu vida (II)

Como terminábamos diciendo el otro día, la medicalización de la vida no se refiere sólo a los tratamientos.
También al uso de pruebas complementarias.
A ver, clarifiquemos: las pruebas complementarias son, como su mismo nombre indican, complementos a la exploración que se realizan para aumentar la certeza diagnóstica, y que se solicitan de forma orientada por los datos obtenidos de la exploración previa, si es que son necesarios en las circunstancias de la persona.
Y hay revisiones que no hay que hacerlas continuamente, su uno o una está sano: es decir, si no hay nada que revisar.
Así que hoy me voy a conformar con poner algunos ejemplos a modo ilustrativo:
No necesitas una radiografía sólo porque te duela la espalda. Los dolores no salen en las radiografías. Tu médico sabrá si las necesita para confirmar o descartar su sospecha diagnóstica, si la tiene, fruto de la exploración.

No hay que hacerse análisis de sangre “porque no se ha hecho uno nunca”. Ni a los niños “a ver cómo tienen el hierro”. Mami, si el niño hace bola en la boca con la carne y no la traga, y por eso ya no se la pones, y en lugar de eso le das un vaso de leche “para que tenga algo de alimento en el cuerpo” claro que tendrá el hierro bajo. Para eso no necesito el análisis.

No todos los hombres han de mirarse la próstata. Ni los supuestos “expertos” terminan de ponerse de acuerdo en qué franja de edad resulta útil o perjudicial como cribado del cáncer de próstata. Así que, hasta que haya suficiente evidencia de calidad al respecto, el análisis de PSA está en entredicho. Claro que como es un análisis de sangre, se lo pides al médico. Si la prueba de cribado fuera el tacto rectal, quisiera yo ver si insistirías en hacértelo salvo que fuera estrictamente necesario.

Señoras, no hay que ir al ginecólogo todos los años porque sí. Si no estás enferma, ¿qué haces en la consulta de un especialista? Tu médico de cabecera hará las pruebas de cribado que precises, y no dudes que te enviará cuando sea necesario. Es decir, cuando tengas un problema o potencial problema de salud.
Hace ya muchos años que se demostró que los “chequeos anuales” de las personas sanas no valen para nada. Ni previenen nada, ni anticipan nada. Insisto, no desees hacerte pruebas “por ver”. Menos aún si son de alguna forma agresivas o peligrosas para el organismo.

Y es que todas, absolutamente todas, hasta la más inocua, conlleva un daño potencial: el falso positivo. Que te digan erróneamente que hay algo donde no hay nada, y eso te lleve por un camino de más pruebas o tratamientos cada vez más agresivos, sufrirlos, pasar miedo, dolor, o incomodidades por nada.

miércoles, 9 de abril de 2014

Que no medicalicen tu vida (I)

La OCU se suma a la corriente de sentido común que poco a poco parece extenderse por la sociedad, entre los médicos tanto como entre los usuarios de sanidad (que no es lo mismo que usuarios de salud, y mucho menos que pacientes).

Por lo que más querais, no todo se puede convertir en una enfermedad. Son las enfermedades las que necesitan tratamiento. Y eso, si los medicamentos son estudiados con estrictos criterios científicos y demuestren eficacia y seguridad.

Ya os he hablado de este tema anteriormente, y quiero insistir hoy por esta nueva campaña precisamente. Y porque nunca me parece que lo digo bastante.

Hay muchas cosas que no tienen que arreglar las pastillitas. Ni siquiera es bueno que lo hagan, en ocasiones, aunque puedan.

Las infecciones virales no se curan con antibióticos. Tu médico sabrá distinguirlas de las infecciones bacterianas que lo precisen. No exijas antibióticos al médico, ni al farmacéutico. No los tomes porque los tengas en casa: si los tienes, es porque en otra ocasión anterior tú o alguien de tu familia no completó lo que le indicaron. Y no sabes si los tienes que tomar, ni cómo, ni si es el más indicado en tu caso actual.
Lo que me lleva al siguiente consejo: si te los manda tu médico, tómalos correctamente. Eso hará que sean realmente eficaces, y que lo sigan siendo: los tratamientos incompletos favorecen la aparición de resistencias (los microbios aprenden a sobrevivir a pesar de ellos, y no sólo transmiten esa resistencia a su descendencia sino que "enseñan" a otros microbios a ser resistentes también), y en el futuro ese antibiótico ya no te valdrá, ni a los demás.

Si ha fallecido un familiar o allegado, es normal que estés triste. No necesitas tratamiento. Necesitas legitimar tus sentimientos y tener el apoyo de los que te quieren.
Si tienes un examen importante, es normal que estés nervioso. Aprende a tolerar la presión, es lo que te queda en la vida. Ir medicado al examen no es la mejor opción.
Si tienes una racha de insomnio, no necesitas hipnóticos de por vida. No significa que no necesitas hacer algo: meditación, técnicas de relajación, yoga.
Y solucionar los problemas que te lo causan, si existen, y si la solución está en tu mano. A veces no hay nada como tomar decisiones y arreglar tu vida. Eso tampoco lo pasa el seguro.

Si tienes el colesterol alto, no siempre necesitarás tratamiento farmacológico. Que no lo necesites no significa que no debas tratarte: dieta y ejercicio moderado regular.

Si tienes obesidad o sobrepeso, no hay pastillas para quitarte el hambre. Necesitas hacer un esfuerzo de voluntad para conseguir los objetivos.

Si se te cae el pelo, se cae. Casi siempre, por mucho que te altere, es una caída normal. No esperes ningún milagro de un champú o de una caja de vitaminas.

Tu hijo a veces se pone insoportable, y eso no lo convierte en hiperactivo. Tu hija a veces no quiere comer, y eso no la convierte en anoréxica. Tal ves sólo necesiten un poco de disciplina, o de atención.

A veces tienes dolor de cabeza, dolor por la regla, dolor de espalda, dolor de muelas. Sé sensato, hay dolores tolerables y hay dolores que necesitan tomar un analgésico si son más intensos. Analgésico, no antiinflamatorio. ¡Haz algo por tu estómago y tu riñón! Sé precavido y proporcionado. Respeta las dosis, y respeta la duración de los tratamientos sintomáticos: no hay que tomarlos "por si duele después".

Te han picado unos pocos mosquitos. Vale. Claro que hay para quitarte el picor, pero es matar moscas a cañonazos. Hay tratamientos tópicos, y hay medidas caseras que alivian.

Claro que después de querer tomar tantas pastillas, querrás un "protector gástrico" por si acaso. Tal vez la solución no es que tomes un protector, sino que no tomes los tratamientos que no son necesarios. Y si tienes ardores, o te duele el estómago cuando comes grasas o picantes, la solución tampoco es tomar el famoso "protector" para seguir comiendo lo que te perjudica. Digo yo que si no será mejor que cuides la alimentación. Pero de "protectores gástricos" ya hemos hablado antes, que el tema merece entrada aparte.

Y más ejemplos. Podría no acabar nunca.
Loque digo, que la solución no está en las pastillitas. A veces sois vosotros, los usuarios de salud, que no enfermos, que no pacientes, los que teneis que hacer algo: modificar la dieta, hacer ejercicio, dejar de beber o de fumar, o dejar otras drogas. Usar protección solar y repelentes de insectos. Evolucionar espiritualmente y aceptar el normal devenir de la vida con sus vicisitudes, coger el toro por los cuernos y protagonizar tu vida. Y tu salud.

Y medicalizar la vida no sólo incluye los tratamientos. Continuará...

sábado, 5 de abril de 2014

Protectores que no protegen el estómago y que exponen el resto del cuerpo

Parece que aún hay quien no se aclara con los protectores de estómago. Ojalá consiguiéramos que dejen de ser llamados así por la población general, porque parece que en vez de un fármaco se cree la gente que es un alicatado del estómago que les protege de todo mal.

Así que a ver si aclaramos un par de ideítas.
Antiácidos, antihistamínicos tipo 2, inhibidores de la bomba de protones: son diferentes familias de medicamentos cuya misión es reducir la acidez propia del estómago.
Acidez que es necesaria, por eso es así, para hacer la digestión. Tener ardores no significa automáticamente tener un exceso de acidez.
Hacer la digestión es ir transformando el alimento que hemos comido en una sustancia de la que podamos extraer los nutrientes y absorberlos para que el organismo los utilice.
Si anulamos la acidez, habrá nutrientes que no se absorban adecuadamente: el calcio (y ya hemos hablado de la importancia del calcio en el metabolismo del hueso, por tanto en la prevención de la osteoporosis y de las fracturas), la vitamina B12 (y hay una forma de demencia y una forma de anemia que son dependientes de la vitamina B12), el magnesio (que es importante para el metabolismo del músculo, incluido el cardíaco) y el hierro (de nuevo implicado su déficit en una forma de anemia).
Además, por acidez se matan algunos microbios, por lo que si tamponamos la acidez, estamos más expuestos a sufrir infecciones por microorganismos como en Clostridium difficile, que da diarreas.
Párrafo extra no apto para hipocondríacos: parece que una toxina liberada por este microbio puede tener algún papel en la aparición de Esclerosis Múltiple. Parece, porque está pendiente de nuevos estudios que lo confirmen. Pero ahí queda eso.
Así que sí, el abuso de los mal-llamados protectores del estómago puede favorecer la aparición de osteoporosis y fracturas vertebrales, de demencias, de calambres, arritmias y de infecciones.
Puedes necesitar tomarlo en caso de sufrir úlcera gástrica, síndrome de Zollinger-Ellison (es una enfermedad del esófago), para erradicar H.pylori, que es una bacteria implicada en la aparición y mantenimiento de la enfermedad péptica, para el reflujo gastroesofágico; en mayores de 65 años o con antecedentes de esas enfermedades digestivas que requieran tomar antiinflamatorios no esteroideos, corticoides o antiagregantes.
Es decir: no por tomar muchos medicamentos, aunque tengas más de 65 años; no para cualquiera que tome algún antiinflamatorio; no porque tengas ardores. En esos casos, el riesgo es mayor que el beneficio, por lo que no están indicados.
No es por los recortes. Es porque la primera obligación de tu médico es no dañarte. Y si tenemos estudios científicos que nos confirman que estos grupos de medicamentos no son inocuos, hay que hacer balance entre los riesgos y los beneficios.
Así, si un día llegas a la consulta y tu médico te dice que deberías dejar de tomar el “protector del estómago”, ya sabes por qué es.
No te enfades. 

miércoles, 2 de abril de 2014

Cobrar por el abuso de servicios sanitarios: la polémica está servida

El último día de marzo salió en las noticias el señor presidente de la Organización Médica Colegial opinando que se debería cobrar a los usuarios que abusen de la asistencia sanitaria.

Casi nada. La polémica está servida. Como con otros muchos temas, si las tripas hablan antes que la cabeza, lo primero que le sale a una es "¡pues claro que sí! es que no puede ser el plan", mientras que se te vienen a la cabeza listas de espera, salas de espera abarrotadas y demoras interminables y a veces inaceptables.

Pero luego viene la cabeza y habla también. Porque la dificultad estriba en definir "abuso". Hay que ponerle el cascabel al gato, y a ver quién y con qué criterios se va a establecer qué es abuso. El usuario acude para recibir asistencia sanitaria, programada o urgente; o bien llama para recibir asistencia en su domicilio. Es su derecho.
Uno de los aspectos más conflictivos pudiera ser precisamente el de la asistencia urgente, puerta por la que en otras ocasiones ya he comentado aquí que creo que entran usuarios con prisa, no con un verdadero motivo de asistencia urgente.
Por ese lado, eso es un abuso de los servicios sanitarios. Sabes que lo que te ocurre no es urgente, casi seguro que tampoco grave, pero quieres que te lo solucionen YA.
Por otro lado, el usuario no tiene por qué saber qué es urgente o no, o potencialmente grave o no. Salta a mi cabeza un señor que hace unos años acudió a las urgencias del centro de salud en que trabajaba por entonces a las cuatro de la mañana, pidiendo perdón por acudir por un mareíllo, decía, y seis horas después llevaba un marcapasos que le pusieron por un bloqueo auriculoventricular completo; sin el cual, dicho sea de paso, seguramente se hubiera muerto del mareíllo.
Por otro lado, no todas las urgencias, incluso las que lo son, requieren asistencia hospitalaria. Muchas de ellas se pueden solucionar en el centro de salud. La asistencia hospitalaria es brutalmente más cara. No sólo lo que cuesta la asistencia concreta de esa persona, lo que cuesta mantener abierto el chiringuito.
Un ejemplo sencillo: un paciente con un cólico nefrítico no complicado en el centro de salud se tratará con los analgésicos que precise, y se hará una tira reactiva de orina. Al cabo del rato se irá sin dolor o con un dolor tolerable para estar en su domicilio; en el caso de que la analgesia no sea suficiente o parezca de alguna forma complicado, será trasladado al centro hospitalario más cercano, pero por suerte, esos son los menos. Un paciente con un cólico nefrítico que se vaya directo al hospital, tiene bastantes posibilidades de ser tratado con más medicación, alguna de uso exclusivamente hospitalario, y que se le haga una analítica de sedimento y anormales en orina (más cara que la tira), una radiografía de abdomen, una ecografía renal y, como se descuide y en el sedimento salga algún leucocito, un urocultivo.
¿Por qué ocurre eso? Pues en mi modesta opinión, porque en Atención Primaria estamos acostumbrados a manejar un mayor margen de incertidumbre (tenemos menos medios de conseguir certeza) y porque todos tenemos obligación de medios (que no de resultados), y en el hospital hay más medios.
Pues una forma de reducir el gasto en urgencias hospitalarias sería que la asistencia hospitalaria urgente fuera derivada desde el medio prehospitalario, a criterio facultativo. ¿Cómo lo veis?

Y, aunque más arriba he reconocido que hay mucha patología que hasta que no es valorada no se puede saber si la asistencia urgente es apropiada o no, igualmente es cierto que hay mucha otra que claramente no lo es. Y eso se podría comprobar con un triaje adecuado. Voy a utilizar ejemplos reales de MI práctica diaria: señor de treintaytantos años que un día a las seis de la mañana desea ser valorado porque le duele un codo desde hace seis meses, sin haber acudido a su médico de atención primaria en todo ese tiempo porque no le duele tanto como para tomar analgésicos. Señora de cincuentaytantos años que en la tarde del día de Nochebuena desea que hagan desaparecer la rojez que tiene sobre las cejas y en el dorso de la nariz. Señor policía nacional que a las cinco de la mañana, que es cuando acaba el turno, desea que el traumatólogo le valore un problema de menisco que tiene hace varios años, con una resonancia si es posible, porque a esa hora es cuando él acaba el turno y le viene bien para irse a dormir.
Esos son, de nuevo en mi opinión, obvios casos de abuso de las urgencias (hospitalarias en los tres ejemplos). Desde triaje podría perfectamente darse el alta, descartando patología urgente que requiera atención hospitalaria. ¿Que aun así insiste en ser visitado por un médico? Vale, ese usuario quiere un médico privado, a su disposición 24 horas, y eso hay que pagarlo. Se le explica, pasa por caja y se le valora. Pero no un copago simbólico, moderado, no: lo que cuesta una consulta en un médico privado, que es lo que están queriendo utilizar, con su plus de nocturnidad y de presentarse sin cita previa.
No creo que esto atente contra la equidad, claro que me doy cuenta que el que no se lo pueda permitir económicamente no pagará 100€ o más por una visita abusiva en un servicio de urgencias. Pienso que habrá que ser muy melón para insistir en ser valorado en una urgencia hospitalaria a precio de consulta privada, aunque uno se lo pueda permitir.

Pero los abusos no están sólo en las urgencias, también en la consulta programada de Atención Primaria. La atención especializada hospitalaria está filtrada por la derivación facultativa, lo que no quiere decir que no sea mejorable, que lo es.
En Atención Primaria hay usuarios que piden cita y acuden dos o más veces a la semana, y que presionan y presionan al profesional hasta la extenuación y no salen contentos si no llevan en la mano una solicitud de prueba, una hoja de tratamiento o una derivación a un especialista. Todos tenemos unos pocos de esos en nuestro cupo.
Pero la solución a eso no es la penalización, es como cada uno de nosotros manejemos la presión, cómo nos comuniquemos con nuestros pacientes. Hay formas no agresivas de insinuar que acude mucho a consulta: "Manuel, buenos días, no le esperaba de nuevo tan pronto, ¿es que me olvidé algo ayer?" Es la Educación para y la Promoción de la Salud. A veces es que el No es la única respuesta, pero razonada, no vale el "no porque lo digo yo": la mayoría de las personas comprenderán y admitirán bien que no hagas lo que ellos quieren si les explicas tus motivos. Claro que para eso, a veces, hace falta un poco más que cinco minutos por paciente. "No me hace falta otra radiografía, María, con la de hace tres meses ya se ve claramente qué hay en su rodilla" y "no, María, no es necesario hacer una TAC, que es mucha radiación y al final para averiguar lo mismo, y además usted no se plantea operarse por nada del mundo". "Bueno, Juan, ya tiene tratamiento en la receta electrónica, y sus controles revisados correctos. Si todo va bien, le espero el año que viene, señal de que no se ponga enfermo en este tiempo". Así le haces entender que no habrá más pruebas en ese plazo a menos que surja una nueva enfermedad que lo haga necesario. Creas una expectativa y a la vez dejas la puerta abierta. La mayoría de las personas son sensibles a estos argumentos. No es necesario llegar al "Antonio, le veo más que a mi madre".