Hoy vamos a hablar de esos síntomas menores que con frecuencia se convierten en el motivo de consulta, en mayores, pero más que nada en motivo de preocupación de las mamás de niños pequeños.
Ya en otra ocasión hemos hablado en este blog sobre la fiebre. En aquel caso para resaltar la importancia de ponerse el termómetro y diferenciar malestar general, febrícula y fiebre baja o alta.
En esta ocasión, para hablar del tratamiento de estos síntomas.
La fiebre, finalmente, es el resultado de un mecanismo de defensa del organismo. Si la suprimimos por completo, estamos quitando un mecanismo de defensa.
Igual pasa con la tos. Tosemos como reflejo para despejar las vías aéreas. Si nos empeñamos en quitar toda la tos, estamos eliminando una defensa del organismo.
Finalmente, la fiebre, la tos, hay que tratarlas cuando son un problema más que una ayuda.
Cuando la fiebre es muy alta y produce gran afectación general, o hay riesgo de convulsiones, de deshidratación, de empeoramiento de otra enfermedad crónica debilitante previa.
Cuando la tos es seca, es decir, no está valiendo para movilizar la mucosidad de la garganta, y es tan intensa que no deja comer o hace vomitar, o no deja dormir.
En esos casos son más un problema que una solución. En esos casos tratamos de paliar los síntomas, mientras que la curación llega.
Por eso, no hay que obsesionarse con bajar la temperatura hasta 36.5ºC, ni suprimir la tos por completo. Con que dejen de ser un problema, es suficiente.
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