La semana pasada he estado algunos días fuera de la consulta, haciendo un curso sobre el abordaje de las víctimas de
violencia de género. Aviso ahora que estamos a tiempo, que está entrada va a ser bastante dura, no apta para oídos sensibles.
Y para saber qué hacer cuando atiendes a una victima de la violencia de género, primero hay que
saberlo, cosa que no siempre es evidente.
Es así. Cuando llega una mujer con una lesión física, y te dice que su pareja o ex-pareja se la ha causado, es muy fácil saber qué hacer.
Pero todo puede ser mucho más complejo. He aprendido a conocer
muchas formas de violencia. He aprendido a ver indicadores, pistas que me pueden hacer entender que algo está pasando en esa casa. Que la persona que tengo enfrente está luchando contra su miedo, contra su vergüenza, contra su ignorancia a veces, intentando sobrevivir a su propia vida.
He aprendido que también hay
hombres maltratados, física, psíquica, social, ambientalmente, como las mujeres, y es que también hay mucha hija de puta suelta, pero no es violencia de género, es otro delito, porque no se sustenta en el sometimiento y en la inferioridad de un género bajo el otro.
No he podido evitar mirar muy atrás y aprender mucho del pasado. No ha sido fácil, ha sido bastante doloroso, pero como nada pasa porque sí, pues debe ser que tenía que ser ahora, y con estas personas. Y por ello me siento bendecida, porque sin "ellas y José Antonio" nada hubiera sido lo mismo.
A lo largo de las horas del curso, y durante esos días y desde entonces, he recordado palabras que he oído en la consulta, y fuera, tan similares a lo que estaba aprendiendo a ver durante el curso, a identificar como violencia.
También he recordado palabras que he dicho. Y las que no he dicho.
Me hace escribir estas letras la necesidad de pedir perdón por no haber sabido ver, y prometo
no volver a quitarme las gafas. Espero tener la oportunidad de volver a veros con otros ojos, poder apoyaros y ayudaros más. De hacerlo mejor. Perdóname, Mónica, Lola, Mª Carmen, Teresa, Rosa, Juana, Elena, Isa, no importa cuántos nombres, reales o imaginados, escriba aquí. Jacq, me alegro que estés donde estás, has salido ganando desde todos los puntos de vista.
Iré encontrando las palabras que dije, las que no dije, lo comprenderé todo, y dejará de doler.
Pero hay una cosa que es fundamental y que tenemos que hacer entre todos, y es comenzar a debilitar la estructura machista de la sociedad en que vivimos, el sustento en el que el maltratador cree que se legitima su comportamiento, ese con el que cree que es su derecho y su deber someter a la mujer con la que se empareja.
Es no tolerar los pequeños machismos del día a día, que por frecuentes se dan por normales, y que tejen esa desigualdad. Es no aceptar unos determinados roles por el hecho de ser mujer si no son de tu gusto, y no imponerlos a las mujeres, si eres un hombre.
Las mujeres no somos dulces y generosas, hacemos bizcochos y disfrutamos cuidando animalitos heridos. Ni pasamos el día esperando a ver qué se os ocurre que hagamos para haceros felices, fuera y dentro de la cama. Al menos no todas. Y mucho menos todo junto. No nos gustan los piropos de cualquiera, y los más claramente sexuales son ofensivos. Nos gusta la diversión, y el sexo, igual o más que a vosotros. Y no, las tareas domésticas no son divertidas. Los hombres lloran, expresan sentimientos, y valen para mucho más que para mover muebles. No os necesitamos para que nos saqueis a los sitios, pero nos gusta salir juntos. Tampoco todos son así, ni iguales...
Empecemos por acabar con esto, y no será tan lejano el día en que se acaben las mujeres muertas a manos de sus parejas o ex-parejas. En el momento que escribo esto, 3 en las últimas 48 horas.
También he de decir que encuentro aborrecibles las mujeres, y las parejas, que las hay, que pervirtiendo el sentido de la ley, acusan falsamente de violencia de género para obtener un beneficio económico, para ganar ventaja en las condiciones del divorcio, o simplemente para joder. Deberían ser humilladas públicamente como hacen con el otro, atentando contra su prestigo y su honor, y obligadas a pagar siete veces las costas judiciales: una vez se pagan las costas, y las otras seis financiaran la atención a mujeres que de verdad lo necesitan, y cuya demanda de ayuda se desprestigia con su actitud egoísta y manipuladora..
Y vosotros, los hombres, los buenos, sois los primeros interesados en esto para que no se os meta a todos en el mismo saco. Y las mujeres maltratadas dejarán de temer que se las avergüence con la sospecha de una denuncia falsa.
Hay mucho por hacer. Mucho. Todos.