Se ha dado el caso. Esta semana pasada ha venido a la consulta una mamá, con un bote de jarabe de Ibuprofeno de un laboratorio concreto, para que le compruebe que no pertenece al lote peligroso.
Porque ha leído en Facebook que el jarabe de Ibuprofeno (del "normal", no del "doble concentrado", y es que es para comérselas con las expresiones que usan) de ese laboratorio, que ella acaba de comprar, tiene una alerta farmacéutica porque ·el bote está lleno de cristales".
Así que la tranquilizo con el mensaje de que esa alerta farmacéutica ni siquiera es actual, ni reciente, es del año pasado. Le explico que tampoco fue "que el bote estuviera lleno de cristales". Y efectivamente, compruebo que el lote no tiene alertas.
Y es que la relación de las alertas sanitarias y farmacéuticas en redes sociales tiene dos lecturas.
Por un lado, es frecuente que me lleguen alertas sanitarias por Twitter que gracias a las comunicaciones de mi empresa. Es lo que tiene seguir a las cuentas adecuadas. El defecto es del procedimiento de comunicación de mi empresa, claramente. Lo que me lleva a pensar de cómo, y cuándo, llega esa información a mis compañeros que no participan en redes.
Por otro lado, Facebook, que es otro mundo. Facebook tiene más habitantes que muchos países del mundo. Con más o menos habilidad, casi todo el que tiene un smartphone tiene una o más cuentas de Facebook. Es una fuente de comunicación, y de información. Y desinformación.
Porque no sé si esas alertas saltan de nuevo de forma intencionada, con el consiguiente daño económico y de prestigio a la empresa; o son el fruto de que haya quien comparta lo que le llega sin siquiera mirar la fecha.
Por ignorancia, o por malicia, pero ocurre.
Por ello, el consejo de hoy es, de nuevo, que leais, analiceis y os formeis vuestra propia opinión antes de dar visibilidad a una noticia en redes sociales. Así evitaremos ser marionetas al servicio de intereses de otros, sin siquiera saberlo.
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