El pasado 31 de Agosto, aparte de fin de mes, sábado, y cumpleaños de mi amiga Macarena, (¡felicidades, prima! ), se ha celebrado el Día Internacional de la Prevención de la Sobredosis.
Con muy poca repercusión. Ni en Twitter, que varios de los usuarios a los que sigo se empeñan en recordarme todos los Días Internacionales y Mundiales de todo lo habido y por haber, he encontrado referencia alguna a ello.
Sorprendente, o no, si se mira desde el punto de vista del autor de este blog al respecto.
http://drogoteca.blogspot.com.es/2013/08/este-sabado-31-de-agosto-es-el.html?spref=tw
La lectura de esta entrada me ha abierto los ojos a un punto de vista desde el que nunca había contemplado el problema de los usuarios de analgésicos opioides. Estamos creando drogadictos legales, ¿puede ser eso verdad? Mea culpa, entono, qué remedio, nunca tuve esa visión, quizás porque mis pacientes, hasta ahora, tienen sus analgésicos muy controlados, en el sentido de que sus dosis rara vez son máximas, y gracias a la receta electrónica sé que no están tomando de más y puedo detectar si aumentan las dosis porque tienen que venir a por recetas, ya que tengo acordado con las dos farmacias de la localidad donde trabajo que no "adelanten" dispensaciones pendientes de que les lleve la receta, en lo que a opioides se refiere.
¿Que qué son los opioides u opiáceos? Medicamentos analgésicos que hacen su efecto mediante los receptores de la morfina, imitando el efecto de las endorfinas. Tramadol, Morfina, Fentanilo, Buprenorfina, Metadona, Oxicodona (de la que mucha gente no había oído hablar hasta que aprendimos en la tele que el Dr. House se las endiñaba de tres en tres, sin agua ni nada), hidrocodona, levorfanol, meperidina, hidromorfona, y la ampliamente utilizada para la tos CODEINA. Destaco las que son de uso más frecuente, al menos en mi área.
El uso es tan variable como la prescripción. Mientras alguno, como la codeína, no requiere prescripción médica y no está financiado por la Seguridad Social, otros sí requieren receta médica simple, como el tramadol y la buprenorfina, mientras que el resto requieren receta médica y añadida receta de estupefacientes, más presentar el DNI del paciente al que se prescribe en la oficina de farmacia a la hora de la dispensación.
Esta entrada por tanto, es para un ejercicio de reflexión tanto para pacientes como para mis compañeros médicos y otros profesionales de la salud. Para que todos aprendamos a cuantificar el dolor, y a tener una expectativa realista sobre la analgesia. Claro que un mórfico quita el dolor, pero a veces es matar moscas a cañonazos. Los profesionales debemos estudiar y aprender sobre el dolor, a distinguir un dolor crónico de un dolor agudo, a distinguir los diferentes tipos de dolor, y saber que algunos de ellos mejoran más con coadyuvantes que aumentando dosis o subiendo peldaños en la escala analgésica de la OMS (empecemos por conocer todos la escala analgésica, y usarla).
Así podremos hablar a nuestros pacientes con rigor y conocimiento. Decirles qué clase de medicamentos vamos a usar, qué esperamos de ellos, cuánto tiempo calculamos que van a usarlos, qué dosis es la máxima, qué hacer si aparecen efectos secundarios, y cuáles son. Aceptar, y hacerles aceptar, que en ocasiones no podremos suprimir todo el dolor, pero sí hacerlo tolerable, y mejoraremos la funcionalidad (la capacidad de realizar sus actividades habituales). Para eso, antes debemos escucharles, saber a qué aspiran cuando vienen en busca de tratamiento, y qué están dispuestos a hacer ellos para mejorar su salud.
En este vínculo podeis encontrar información sobre los efectos secundarios de los opiáceos.
http://www.biocancer.com/journal/987/216-efectos-secundarios-de-la-morfina-y-otros-opioides
No es que aparezca todo en todas las personas, ni mucho menos, o no podríamos utilizarlos...¡creo que yo preferiría quedarme con el dolor que soportar todos esos efectos secundarios! Pero está bien saberlo, porque pueden ocurrir.
Tampoco es que estos medicamentos sólo se utilicen para el dolor por cáncer, pero es cierto que en la gran mayoría del dolor de origen tumoral se hacen necesarios. Pero muchas personas los toman sin tener cáncer, cuando otros analgésicos no son eficaces y el dolor es intolerable. Que la web sea sobre tumores no quiere decir nada, ¿vale? Escogí esa porque la información es buena y está redactada en un estilo bastante fácil de entender.
Antes de terminar, un par de apuntes.
El primero de ellos, sobre lo que decía de "qué está el paciente dispuesto a hacer para mejorar su salud". Un paciente con un tumor, poco más que hacer los tratamientos (cirugía, quimioterapia, radioterapia) puede hacer en ese momento. Cuidarse todo lo posible para que éstos sean eficaces y tolerables, y evitar que reaparezca el cáncer.
Pero un paciente que toma opiáceos por dolor no tumoral, en ocasiones los tratamientos se hacen prolongados, como en el caso de dolor por artrosis, por degeneración del aparato locomotor asociado a la edad y/o al uso. Entonces hay riesgo de dependencia, y por la duración, de tolerancia, y por tanto, de hacer de un paciente un drogadicto. El medicamento no va a ser una varita mágica, y un dolor en extremidades inferiores mejora mucho con la pérdida de peso, y en cualquier otro sitio mejora el dolor y la funcionalidad con el ejercicio, manteniendo las articulaciones ágiles, y las habilidades, el equilibrio y la coordinación bien entrenados. Quizás con esas medidas siga necesitando analgésicos, pero a lo mejor no tienen que ser mórficos, sino "de los normales" (paracetamol, metamizol), y a lo mejor no tienen que ser tantos (tomar alguno un día que está uno peor). Y el paciente tiene que saber eso. Tiene que ser consciente y responsable de su dolor, de su tratamiento y de su modo de vida.
Y el segundo apunte, no podía ser de otra manera, es recordar a mis sufridos usuarios, que hacer y decir todo esto en cinco minutos es cercano al imposible. Pedirles que sigan teniendo paciencia, porque cualquier día son ellos o sus familiares los que necesitan de esto en la consulta mientras son otros los que esperan fuera preguntándose de qué hablamos detrás de la puerta cerrada.
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