Os lo tengo que contar porque hace ya bastantes días que no puedo dejar de pensar en ello.
Tengo una paciente, de más de 80 años, Jacinta la llamaremos. Porque como está demenciada, no le puedo pedir permiso para nombrarla en el blog.
Bueno, conocí a Jacinta hace 5 años, cuando empecé a trabajar en el pueblo donde trabajo en la actualidad. Era una polvorilla que cuidaba de su casa y de sus hermanos solteros, dos en concreto. Durante estos cinco años la he visto iniciar un deterioro cognitivo con sus rarezas iniciales, con el desconcierto de sus familiares, con sus cambios de humor, con la aceptación de sus hermanos que pasaron a ser los que cuidaban de ella, con el aumento de su deterioro. Sigue caminando, nunca sola, porque su hermano la acompaña a pasear todos los días, mientras repasaban fichas de estimulación cognitiva. Ya no sale tanto, porque le daba vergüenza que la vieran que lleva pañales. Está más torpe ahora, y la acompañan incluso por la casa.
Y es que hace unos meses le apareció un "bulto" en la raíz de un muslo, pensaba su familia que era una hernia inguinal antigua que le había aumentado, pero era un tumor. Que creció a una velocidad de pasmo, y mientras apareció una adenopatía en la axila. Y todo eso mientras esperaba la cita "preferente" con el cirujano, porque a los "tontos" de los médicos de Atención Primaria no se nos oferta una ecografía de partes blandas ni un TAC. Para saber pedir esas pruebas tienes que ser médico de hospital, que todo el mundo sabe que son más listos, aunque sea un R1 (residente de primer año). Puffffff si no lo digo, reviento.
Total, un tumor maligno finalmente. Y con metástasis. Jooooo. Y es que hace escasos meses que uno de sus hermanos murió de un cáncer, y tiene otro que vive fuera, luchando contra otro.
Como si fuera poco, el tumor se infecta y abscesifica, es decir, sale la pus por una perforación que hace hacia la piel. En tres días el tumor dobla el diámetro de su pierna, supura y sangra.
Pero Jacinta no dice ni pescao frito. No se queja de nada. Le pregunto, y dice que no le duele. Y me entran ganas de creerla, porque no tiene expresión de dolor: ni rictus en la boca, que luce su media sonrisa habitual, ni en los ojos, que son serenos como siempre.
Pero por otro lado me cuesta creerla, porque lo que veo tiene que doler a la fuerza.
Y me pregunto si es que, entre todos los "cables" que se sueltan en el cerebro por la demencia, también se suelta en del dolor, y de verdad resulta que su cerebro no se está enterando de las señales de dolor que las terminaciones nerviosas de la pierna tienen que estar a la fuerza enviando; o si la demencia no le permite expresar el dolor que está sintiendo. No expresa con palabras, pero tampoco con gestos o expresiones, ni siquiera durante las curas. Pero es que eso... tiene que doler.
No lo sé, realmente, y me mata no saber. Le he ofrecido analgésicos, pero me dice su hermano que no los está tomando. Y que duerme bien, y que sigue moviéndose por la casa y sus pequeños paseos.
Espero estar haciéndolo bien. Porque sé que Jacinta se está muriendo, de hecho todo lo que vas a leer a partir de esta misma frase es un añadido posterior a la redacción primitiva de esta entrada. Lleva cuatro días sin salir de la cama, más o menos consciente, porque a pesar de no quejarse de dolor, le han puesto mórficos mientras yo estaba fuera. El equipo de Cuidados Paliativos ha dejado en su casa un protocolo para sedarla (llegado el momento): un protocolo que incluye medicación de la que no dispongo en Atención Primaria, así que seguiré sedando, llegado el momento, como lo he hecho hasta ahora con aceptables resultados.
Porque morirse hay que morirse, porque para morirse sólo hace falta estar vivo.
Pero bien-morirse, para mí, es irse de este mundo sin dolor, sin ahogo, sin sed. Sin un montón de plastiquitos metidos por diferentes partes del cuerpo que molesten más que ayuden. Sin un montón de gente desconocida entrando, saliendo y haciendo ruido, interrumpiendo el postrero momento de paz que les quisiera proporcionar.
Y he pasado por encima sobre las, a veces, conflictivas interacciones con la vida hospitalaria, que dará para otra entrada. Tal vez otro día.
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