Así es
como lo llamamos los profesionales. Y no significa duchars antes de acostarse o
ponerse un pijama limpio. En el lenguaje habitual, se asocia higiene a
limpieza, cuando higiene realmente significa todas las medidas que se tomen
para tener una conducta saludable.
En este
caso, higiene del sueño significa lo que podemos hacer para dormir mejor. O
más.
Efectivamente,
también es importante dormir limpio, oliendo bien y con ropa fresca. Aparte de
que la ducha tenga un efecto relajante, que lo suele tener.
Igual
que un vaso de leche caliente. La leche es rica en triptófano, que es un
aminoácido (los aminoácidos son los componentes de las proteínas) que es
regulador del sueño. ¡A veces las cosas de las abuelitas tienen base
científica!
Al
final, cada cual tiene sus métodos. Pero la base del método es tener un método,
precisamente. Tener una serie de rutinas que nos vayan preparando y
predisponiendo a dormir.
Es
fundamental en este aspecto intentar acostarse siempre a la misma hora. Cómo
vamos a enseñar a nuestro cuerpo que es la hora de dormir, si cada día lo
mandamos a dormir a una hora distinta.
Y a
partir del momento en que decidimos acostarnos, seguir una rutina estable:
ponernos el pijama si no lo tenemos puesto (y si tenemos costumbre de dormir
con pijama), lavarnos los dientes, cepillarnos el pelo, lavarnos la cara, leer
un libro o escuchar la radio…
Al fin
y al cabo, que siempre sea lo mismo.
Las
condiciones de la habitación son dignas de considerar también. La cantidad de
luz, la ausencia de ruidos estridentes, la temperatura, deben hacernos sentir
cómodos. También las características del colchón y de la almohada, ni blando ni
duro, ni alta ni baja, para cada cual: concretamente, la almohada es distinta
según la postura en la que durmamos, no es igual para el que duerme boca arriba
que para el que duerme boca abajo.
A veces
el problema es…¡la compañía! Pues si el compañero o compañera de cama necesita
arrastrar la silla, da portazos, ronca o da ochenta vueltas antes de dormirse,
puede dejarte a ti en vigilia. Se hablan las cosas, para que te lo ponga un
poco favorable, y si es necesario, uno de los dos adelanta o retrasa la hora de
acostarse con respecto al otro. Así se evitan las interferencias.
Hay
veces en que no podemos evitar lo que nos mantiene en vela… como tener un bebé en
casa. Sobre todo al principio, que se te van las horas entre toma y toma
echando eructitos, lavando culos, cambiando pañales, y luego atendiendo a tu
pecho o echando biberones a limpiar. En un suspiro, ya está tu retoño pidiendo
comida de nuevo.
En esos
casos es más difícil, porque ¡hay que estar despierto! Nadie te puede sustituir
si das pecho, pero si son biberones, se pueden hacer turnos con el papá de la
criatura o con otros adultos que vivan en la casa. Y se puede intentar dormir
de día lo que se pueda. Y tener paciencia, que en pocas semanas tu bebé también
querrá las noches para dormir y comenzará a distanciar las tomas en el tiempo.
No es
fácil poner la vida en pausa. Realmente, es más bien difícil, si hay que decir
algo.
Pero sí
podemos pausar la mente. La hora de acostarse no es la hora de pensar en los
problemas del día, ni en las inquietudes, ni es momento de tomar decisiones
importantes. Es momento de agradecer por el día que ha pasado, y pensar en
descansar para el día que viene, y cuando venga, entonces cogerlo con todas las
energías. Técnicas de relajación, meditación, pueden ayudar a conciliar el
sueño antes y mejor.
Os
recuerdo hace unos días una entrada con enlace a un blog de música para
meditar, que sería muy a propósito para ese momento:
¡Que descanséis!
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