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miércoles, 8 de enero de 2014

La higiene del sueño




Así es como lo llamamos los profesionales. Y no significa duchars antes de acostarse o ponerse un pijama limpio. En el lenguaje habitual, se asocia higiene a limpieza, cuando higiene realmente significa todas las medidas que se tomen para tener una conducta saludable.
En este caso, higiene del sueño significa lo que podemos hacer para dormir mejor. O más.

Efectivamente, también es importante dormir limpio, oliendo bien y con ropa fresca. Aparte de que la ducha tenga un efecto relajante, que lo suele tener.
Igual que un vaso de leche caliente. La leche es rica en triptófano, que es un aminoácido (los aminoácidos son los componentes de las proteínas) que es regulador del sueño. ¡A veces las cosas de las abuelitas tienen base científica!
Al final, cada cual tiene sus métodos. Pero la base del método es tener un método, precisamente. Tener una serie de rutinas que nos vayan preparando y predisponiendo a dormir.
Es fundamental en este aspecto intentar acostarse siempre a la misma hora. Cómo vamos a enseñar a nuestro cuerpo que es la hora de dormir, si cada día lo mandamos a dormir a una hora distinta.
Y a partir del momento en que decidimos acostarnos, seguir una rutina estable: ponernos el pijama si no lo tenemos puesto (y si tenemos costumbre de dormir con pijama), lavarnos los dientes, cepillarnos el pelo, lavarnos la cara, leer un libro o escuchar la radio…
Al fin y al cabo, que siempre sea lo mismo.
Las condiciones de la habitación son dignas de considerar también. La cantidad de luz, la ausencia de ruidos estridentes, la temperatura, deben hacernos sentir cómodos. También las características del colchón y de la almohada, ni blando ni duro, ni alta ni baja, para cada cual: concretamente, la almohada es distinta según la postura en la que durmamos, no es igual para el que duerme boca arriba que para el que duerme boca abajo.
A veces el problema es…¡la compañía! Pues si el compañero o compañera de cama necesita arrastrar la silla, da portazos, ronca o da ochenta vueltas antes de dormirse, puede dejarte a ti en vigilia. Se hablan las cosas, para que te lo ponga un poco favorable, y si es necesario, uno de los dos adelanta o retrasa la hora de acostarse con respecto al otro. Así se evitan las interferencias.
Hay veces en que no podemos evitar lo que nos mantiene en vela… como tener un bebé en casa. Sobre todo al principio, que se te van las horas entre toma y toma echando eructitos, lavando culos, cambiando pañales, y luego atendiendo a tu pecho o echando biberones a limpiar. En un suspiro, ya está tu retoño pidiendo comida de nuevo.
En esos casos es más difícil, porque ¡hay que estar despierto! Nadie te puede sustituir si das pecho, pero si son biberones, se pueden hacer turnos con el papá de la criatura o con otros adultos que vivan en la casa. Y se puede intentar dormir de día lo que se pueda. Y tener paciencia, que en pocas semanas tu bebé también querrá las noches para dormir y comenzará a distanciar las tomas en el tiempo.
No es fácil poner la vida en pausa. Realmente, es más bien difícil, si hay que decir algo.
Pero sí podemos pausar la mente. La hora de acostarse no es la hora de pensar en los problemas del día, ni en las inquietudes, ni es momento de tomar decisiones importantes. Es momento de agradecer por el día que ha pasado, y pensar en descansar para el día que viene, y cuando venga, entonces cogerlo con todas las energías. Técnicas de relajación, meditación, pueden ayudar a conciliar el sueño antes y mejor.
Os recuerdo hace unos días una entrada con enlace a un blog de música para meditar, que sería muy a propósito para ese momento:

¡Que descanséis!

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