TDAH son las siglas de este mal infantil del siglo XXI. Cada dos por tres se habla de ello, y con gran preocupación porque dicen que cada vez se diagnostican más casos. Más casos que se diagnostican, más niños medicados, yendo al psicólogo o al psiquiatra, medicados, al pediatra a controles de crecimiento por los efectos secundarios del tratamiento, y de nuevo medicados. Que si con descanso en fines de semana y vacaciones o tratamiento continuado.Miles de dudas y disquisiciones sobre la hiperactividad y los niños hiperactivos.
Yo siempre he pensado que hay muchas enfermedades que, no es que ahora se den más que hace unos años, es que se diagnostican más. Porque las tenemos presentes, porque los medios técnicos y las pruebas diagnósticas lo permiten, por el motivo que sea.
Eso lleva al siguiente pensamiento, que se sale del tema y da para otra entrada: si no es que estamos sobrediagnosticando y por ende, sobretratando. Pero eso quedará para otro día, voy a frenarme a tiempo.
El caso es que cada vez que un niño se porta mal y saca malas notas, aparece la pedagoga del colegio con una batería de tests y le dice a la madre que el médico se lo mande a Salud Mental porque el niño es hiperactivo. Curiosamente no es hasta entonces cuando la madre te dice, casi con las lágrimas saltadas, que el niño es más malo que la quina, que no puede con él en casa, "que no se hace caso de nadie" (sintáctica serrana).
Allá que va el niño a Salud Mental porque claro, quién no lo manda, vaya a ser que el niño al final sea hiperactivo y por no mandarlo le desgracie yo la vida.
Pero mientras relleno la hoja de derivación, no puedo dejar de pensar que, si tuviera más de cinco minutos por consulta, podría pararme a hablar con el niño, y con su madre, esbozar una breve biografía de su comportamiento y del de su familia. Así llegaría a averiguar que el niño no come fruta porque con 5 meses su madre no le daba la papilla "porque no la quería", que con dos años sus abuelos sucumbieron a todos sus berrinches porque les daba miedo que le pasara algo mientras sus padres trabajaban el día entero (los abuelos no han olvidado que el niño se ponía morado cuando lloraba en un "ataque de cojones" (más vocabulario serrano).
Que en casa no prueba las verduras, pero que en el comedor del colegio sí, que le pega a su madre cuando le contradice o le ordena alguna pequeña tarea. Que no hace los deberes porque quiere ver la tele, y lo castiga a su cuarto, donde tiene la nintendo y una tele. Que, como no hace los deberes, no se entera de lo que se da en clase; y, como no se entera, se aburre y se dedica a incordiar a los otros. Que se cree que es muy gracioso porque llevan toda la vida riéndole las gracias, desde la primera papilla que tiró al suelo hasta la primera ver que balbuceó "puta" a la vecina cuando su hermano mayor le enseñó a decir palabrotas para grabarlo con el móvil.
Resumiendo: no puedo dejar de pensar que el niño no es hiperactivo, lo que es un maleducado. Que hace lo que quiere porque no ha aprendido las consecuencias de no hacer lo que se le dice, pero que ha aprendido a salirse con la suya a base de numeritos y de enfrentar a múltiples figuras de dispar autoridad, mientras que ninguna de ellas la ejercía.
Que no aprueba las asignaturas porque no sabe el significado de la palabra "responsabilidad", y porque padres y maestros ya no son un frente común. Los maestros están para formar en conocimientos, no para educar, y los padres culpan a los maestros de las bajas notas de los hijos porque "no les enseñan bien".
Menos fármacos, menos psiquiatras y más autoridad parental. Que un par de castigos y un poco de sentido de la responsabilidad no han acabado con nadie. Dejemos que los maestros hagan su trabajo, y que los niños enfrenten un poco de fracaso propio.
A lo mejor así diagnosticamos de hiperactivos a los que lo son de verdad.
Totalmente de acuerdo contigo, Pilar. Es mucho más frecuente la mala educación de los padres, y, por ende, de los niños que el TDAH. Aunque sea más caro, preferimos dar una pastilla a una lección educativa en forma de castigo...
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Lo peor es que encima de más caro, es dañino al largo plazo, tanto física como formativamente.
ResponderEliminarEsta entrada debiera producir más beneficio que cualquiera otra del blog. No es desprecio del contenido de las anteriores (¡cómo iba a serlo, siendo quien soy!). Me refiero a que los beneficiarios pueden y deben ser los niños, ese tesoro que Dios nos entrega en bruto para que nosotros lo pulamos y transformemos en joyas valiosas para un futuro incierto. Y los estropeamos tantas veces... ¿Nos pedirá Dios cuenta por ello? Uff...
ResponderEliminarSe ha tratado a veces de justificar esa actuación débil y complaciente en la educación de los niños con expresiones como..."que no tengan una vida tan dura y una educación tan rígida como tuve yo"...
En mi generación ya era un error. Con esa afirmación, sus autores se estaban autodespreciando. ¿Tan mal habían salido? Yo creo que no. Nuestros padres, y nosotros éramos hijos de nuestro tiempo, y vivíamos en la sociedad que nos había correspondido. Y no me detendré en detalles, pero no salimos tan mal.
Pero es que continuar usando esta razón es, además de una torpeza, una mentira. Porque la generación que está educando en la actualidad es ya la que se vio privada de durezas y de rigideces. Creo que no tardaremos mucho en tomarnos en serio que la educación de nuestros hijos y nietos consiste en poner límites a sus apetencias y deseos; en introducir reiteradamente en sus vidas la palabra NO: sólo dos letras, pero muy efectivas.
Así lo creo y así lo comento. Por si le vale a alguien.
Y a ti, querida Pilar, gracias por intentar ayudar.
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ResponderEliminarDe nada. La generación de los que ahora educamos hijos, en líneas generales, ha vivido infinitamente mejor que la anterior. Tan infitinamente mejor que a veces me parece que, también en línes generales, ha salido más débil psicológicamente, me refiero al miedo a decir "no", a hacer algo que suponga un "enfrentamiento" con otro, incluso a veces una falta de auto-afirmación en los propios pensamientos y opiniones.
ResponderEliminarLo que da miedo de verdad es que una generación que salta el sentido de la autoridad dé lugar a otra generación siguiente con un precoz y excesivo sentido de la autoridad, y por tanto intolerante a la frustración.
El caso es que me parece ver esto no sólo respecto a la educación de los hijos, sino en todas las relaciones interpersonales. Demasiadas veces al día oigo de alguna persona que solicita algo con el único argumento de que "lo quiere así". No puedo evitar responder en ocasiones, como buena cínica que soy "¿me ha preguntado alguien a mí qué es lo que quiero yo?
No ayudamos a nuestros hijos a hacerse personas maduras si la educación que les damos permite la desobediencia, la ausencia de responsabilidades y la falta de respeto a los propios padres y, por extensión, a los demás. Las normas del hogar deben ser puestas por los padres, cosa que a veces se nos olvida y delegamos en otros profesionales. Deben ser razonables, explicables, justas y consecuentes con los valores y las expectativas familiares y sociales.
ResponderEliminarNuestros padres y madres, nos transmitir unos valores que no parece que mantengamos en la misma medida en la sociedad.
La educación en el respeto, se "mama" en el seno familiar
Los hijos, mientras permanezcan bajo la potestad de sus padres, deben obedecerlos y respetarlos siempre, así como contribuir equitativamente, según sus posibilidades, al levantamiento de las cargas de la familia mientras convivan con ella (CÓDIGO CIVIL español en su "TÍTULO VII. DE LAS RELACIONES PATERNO-FILIALES")
Gracias Reyes, por tu aportación. Estoy contigo, la familia educa, los maestros forman en conocimientos. Los hijos han de tener responsabilidades igual que tienen derechos. Un beso!
ResponderEliminarEs súper interesante esta mirada, para ponerlo en discusión.
ResponderEliminarSaludos,
Benjamín
Buenas tardes, leí
ResponderEliminarBuenos días, acabo de ver este post y me parece muy interesante las opiniones leidas, he de decir que muchos pedagog@s conocen mejor a los niños que sus propios padres,también he de comentar que, muchas madres se dedican a publicar que sus hij@s son unos "trastos" y no saben que hacer para que se comporten bien, pero......se les olvida comentar como los educan.......
ResponderEliminarAlgunas personas basan la educación de sus hijos en, castigarlo en su habitación jugando con la play , para ella poder estar tranquila, o hablarle a gritos , según ella así se entera mejor......en fin lo dejamos ahí.
Se escudan en decir lo malo que es su hij@ porque una pedagoga, que vuelvo a repetir, los conoce (incluso mejor que sus madres) notan problemas en su actitud, cuando posiblemente no a sido la única en darse cuenta, pero claro los niños son maleducados.
Resumiendo, el trabajo que se hace en común ( pedagoga-medico) hace mucho mas factible encontrar solución a los posibles problemas, por cierto, no quiero dejarme en el tintero una reflexión, antes de educar a un hijo, debemos educarnos a nosotros.